Hoy se cumple un año de la llegada de Jorge Bergoglio, el Papa Francisco, a lo más alto de la jerarquía de la Iglesia Católica (ahora por fin cristiana). Si el liderazgo que desplegó durante estos 12 primeros meses al frente de una de las organizaciones más grandes y antiguas del mundo se trasladara al ámbito empresario, el resultado sería un éxito rotundo.
Muchas veces los ejecutivos se ubican en un extremo de apegarse a las reglas y castigar a los que no las cumplen o adoptar un estilo personalista y formar un grupo de leales. Si uno entra en el grupo le va bien y si no, le va mal.
La ejemplaridad
Sus acciones son consecuentes con lo que con lo que dice. Y eso lo hace creíble, habla de ser sencillos y lo demuestra con el ejemplo.
Poner nombre a los problemas
La importancia de delegar
El Papa está buscando cambiar las competencias o el estilo de las personas de su organización. Es un buen paralelo que se puede hacer con una empresa. Sabe delegar en gente competente. Toma el tema de la reestructuración de la Curia y busca gente que está trabajando en eso desde hace mucho tiempo y pone un equipo con mucha diversidad, sobre todo geográfica. Tuvo confianza en ellos.
El equilibrio en el cambio
A las organizaciones no le gustan los cambios drásticos. Y el Papa logró un equilibrio entre la cultura y los valores de la Iglesia Católica y la necesidad de renovación. Toda organización tiene como un ADN que a veces está desinflado. En una institución tan grande y con tanta antigüedad como la Iglesia los cambios que trajo Francisco inflaron ese globo. Con un par de gestos, como seguir usando sus mismos zapatos o mudarse, en sus primeros días, dejó un mensaje de que la pobreza volvía a ser un tema importante para la Iglesia, detalló. También tuvo gestos extraordinarios con su antecesor, lo que habla de que a pesar de los cambios, hay una historias que se mantiene.
Llegada en el uno a uno
Los contactos directos, afectuosos y sin intermediarios de Francisco con los fieles, más allá de ser el número uno de la institución, son otro aspecto que los especialistas marcan como un ejemplo a imitar. No hablo de una llegada amplia y general, sino concreta. Francisco no se esconde en su equipo para evitar el contacto. Se acerca con un gesto, una mirada, una pregunta... Como los llamados telefónicos que hace respondiendo a cartas que recibe. No digo que lo haga con esa intención, pero esa persona que recibe el llamado del Papa llega a otras 50 de forma directa y a muchas más de forma indirecta.